sábado, 5 de diciembre de 2009

A MI HIJO

Hijo mío:
Mañana será tu décimo quinto cumpleaños.
Muchos padres ven con temor que sus hijos lleguen a esa edad, porque vienen los cambios hormonales, las rebeldías ante toda clase de autoridad; empiezan a ser protagonistas de su propia historia y la de su país, se aferran a ideales (que todos los tuvimos en su momento) y pelean por ellos; algunos seguirán o imitarán los pasos de sus héroes o de sus líderes, equivocados o no, y siempre creerán tener la razón y el conocimiento total.
Es la edad en que primero viene la confusión, pero luego tomarán su camino, según los principios en que fueron educados. Una transformación física y sicológica que durará años y los irá moldeando para el futuro. Tendrán aciertos y desaciertos, pero muchos no estarán solos porque a su lado estarán sus progenitores o uno de ellos que los vaya guiando.
¡Qué hermosa y tremenda responsabilidad para un padre!
¡Cómo me hubiera gustado tener esa responsabilidad y compartir contigo tus triunfos y fracasos, tus risas y lágrimas…! Más no será posible ya que hace un año, un conductor ebrio, perdiendo el control de su movilidad, se subió a la acera donde estabas tú y sin darte tiempo a nada, te arrebató la vida, dejándome en la más triste desolación.
Hijo mío, se que estás en la eternidad, bajo el brazo amoroso de Dios y junto a tu madre, quien no pudo verte crecer desde tus cinco años, pero yo estoy solo acá, recordando y añorando.
Mañana iré al cementerio a pasar el día contigo, llevaré la torta que tanto te gustaba. Ojalá Dios permita que tu espíritu pueda compartir conmigo.
Adiós hijo de mi alma, estás siempre presente en mi corazón.
Tu padre

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